¡¡Con humor, mejor!!

Antonio VilchesVilaVeu número 3 (agost 2017)

Ayer, en la primera asamblea del resto de mi vida, hablando de la revista VilaVeu, comenté la posibilidad de que se creara un pequeño artículo de algo parecido al humor. Y, ¡zasca!, por gracioso, que lo hiciera yo (mi esposa dice que tengo una grasiaaa, pa morirse). Todavía recuerda cuando al principio de nuestro feliz matrimonio me dijo: “Cariño… ¿y si tuviéramos un hijo?” “No creo, cielo, ¡¡me acordaría!!”, le contesté.

La verdad es que no me gusta contar chistes, así del tirón, los de Lepe: ¿Por qué se tiran al pozo? Porque en el fondo no son tan tontos!!

O este: Un helicóptero se ha estrellado en el cementerio de Lepe, la policía local informa que llevan recuperados más de 4.000 cadáveres.

O los chistes que no vienen a cuento: Ibamos yo y Manolo – No, íbamos Manolo y yo – Vale, listo, yo no iba!!, O aquel: ¿Has visto como toca mi hijo el acordeón ¿Qué te parece su ejecución? Hombre, ejecutarlo me parece excesivo, pero dos hostias ya le daría!!

Sí tengo que contar alguno prefiero los cortos: ¿Sabes que mi hermano va en bicicleta desde los cuatro años? – Pues debe de estar muy lejos!!. Otro: Una Iglesia tan pequeña que no cabía ni Dios!!. O los clásicos: Jaimito dime una frase con cinco ies – Esto es dificilísimo, señorita!! – Muy bien Jaimito!!

Me gusta hacer la compra diaria. Se me conoce por el hombre del cistell. Otros llevan maletines a Andorra, otros bolsa de basura. Ya sabéis, llenos de… ¡¡alegría, alegría!!

Que voy al Ajuntament, que compro en Can Ponasa, que entro en la pastelería Sant Llehí. Hasta para poner carteles (no, en las señales de tráfico, no) llevo el cistell.

También lo llevaba en la última visita a la doctora del CAP. Me informó de que la falta de sexo va mal para la memoria y otras cosas que no recuerdo. Parece ser que he perdido la libido. Yo no sabía que tenía de eso. Ya contaré cómo la perdí.

Ahora toca contaros lo que me pasó en la panadería Ninot: le pedí el pan y a continuación le dije a Inma: “Si tienes huevos ponme una docena. ¡Y me encasquetó, 12 barras de pan!” Me quede empanado, sin habla. ¡Hala! El congelador lleno de pan. Menos mal que la Carme, para las barras que no pudimos meter, nos dio una receta para el pan duro.

Las desgracias no vienen solas. Esa misma tarde-noche entró un ladrón en casa. Le pregunte qué buscaba y me dijo: “Dinero”. Jo, nos pusimos como locos a buscarlo. Encontramos 10 € y nos alegramos mucho. Fuimos al bar para celebrarlo. Nos hicimos amigos. Buena gente, catalán de L’Ametlla del Vallès. Algo mayor (la crisis no respeta la edad). Su cara me sonaba, no es que fuera de pañuelo, de la tele.

Para terminar, la otra tarde estaba con Siscu en su huerto, se quejaba de los mosquitos: “Jolín con los mosquitos”. “Ponte repelente”, le dije. “Madre mía, qué ingente cantidad de dípteros nematóceros”, contestó.

Hasta siempre, nuestro querido amigo.

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